Bienvenidos al blog, a mi mundo de alucinaciones ufanas, de pensamientos apócrifos, un mundo no muy diferente al real donde las letras son puertos de llegada para escondidas pasiones y deseos incumplidos.

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LOS GEMELOS

Autor Corazonandos - -



Sucedió hace mucho tiempo, en un pueblo no muy lejano. Transcurría el año 1800, cuando una noche fría y lúgubre junto a una pequeña chimenea donde ardía vigorosamente leña de cedro nacieron dos niños, acomodados apenas sobre un sucio pero caliente cuero de borrego que aún mantenía su olor rancio y nauseabundo después de muchos años de uso, la madre que yacía débil por el parto apenas con sus dientes pudo romper el cordón umbilical que durante nueve meses alimentó a sus hijos.
Sin aliento y gimiendo de dolor y cansancio, Anastasia, la madre de los gemelos, recogió a sus pequeños y con un trapo más mugroso que el suelo mismo los limpio suavemente, tomo a aquel que apenas ronroneaba como un gatito y le acercó a su pezón derecho del cual brotaba leche en gran cantidad, luego de un buen rato los gritos de su segundo hijo a quien llamó Martín, la distrajo por un momento, asombrada por la energía de aquel que nació segundo, sin titubear lo tomó en sus manos y le acercó a su seno izquierdo para amamantarlo y calmar su hambre.

-Esa noche quedará por siempre en su memoria.

Tres meses después sus hijos crecían sanos y fuertes; pero, el mayor a quien llamó Vicente, aún ronroneaba como un gatito al reclamar su alimento, a veces se atragantaba al mamar y parecía distante siempre con su mirada perdida, jamás miraba a su madre a los ojos ni le sonría como lo hacía su hermano.
Su madre no sabía que pasaba ni tampoco se imaginaba el futuro que le esperaba. Los sucesos irán trazando su destino.

Un día Anastasia sintió la presencia de algo o alguien en su pequeña casa, siendo una mujer sola y sin más compañía que sus hijos que fueron frutos del pecado, con temor se acercó a una pequeña ventana hecha de madera como toda su cabaña misma, y al observar hacia afuera se sobresaltó mucho, algunos de los animales que rodeaban la casa se encontraban jugueteando entre sí, no era nada común ver a un oso de trescientos kilos dejándose mordisquear de un tejón, ni tampoco ver un cuervo hablándole al oído a un alce.

Sin saber porque, miró hacia sus hijos y pudo observar a Vicente como nunca sonreír alegremente. Vicente no puede hacer las cosas que su hermano hace, ya llevan ocho meses de nacidos pero, Vicente no responde a los estímulos de su madre, su mirada esta siempre perdida, pero, hoy no, hoy se esfuerza por moverse y sus bellos ojos azules miran a través de la puerta, una enorme alegría le invade. Martín por el contrario es más inquieto que nunca y ya empezó a pararse por sí solo, juega constantemente con su madre y se lleva a la boca casi todo lo que encuentra, sin embargo cuando duerme junto a Vicente siempre está tranquilo y sonríe mirando a su gemelo.

Es ya diciembre, el invierno es crudo y Anastasia que apenas puede sobrevivir de las cosechas que logró hacer antes del invierno se le agotan, preocupada, aislada y odiada por los pocos habitantes de un pueblo cercano, Anastasia empieza a caer en inanición, se siente débil, el poco e inútil alimento que brota de su pecho ya no abastece a sus hijos. Martín ya camina muy bien pero, su hermano a quien siempre le sonríe y juguetea, continúa acostado sobre su cama, su madre se pregunta porque su hijo es así, ¿será que me embrujaron? -Se pregunta. No debí acostarme con Manuel… exclama en medio de un llanto entrecortado, por un momento mira a sus hijos y clava su penetrante mirada llena de miedo y dolor en su amado Vicente, luego piensa…. ¡No, no me lo perdonaría nunca¡.

Pasan los días, Anastasia agotó todo su alimento, ya no tiene nada que entregar a sus hijos quienes lloran de hambre, pero se ha vuelto muy común ver que Vicente sonríe mirando a la puerta.

- ¿Que es lo que hace?
- ¿Porque no me mira jamás a mi? - se pregunta Anastasia mientras carga a Martín entre sus brazos.

Entrada la noche se acerca a sus hijos que duermen y muy calladamente les dice, amados hijitos, seguramente moriremos de hambre en este lugar, perdónenme por no poder hacer nada, no existe persona alguna que nos pueda ayudar, todos me odian y también a ustedes, - Anastasia llora por un rato, luego calla y sigue… - no se preocupen mis amados, cuando ya no tenga fuerzas yo me los llevaré conmigo. Anastasia llora… - luego se duerme.

Un abrupto sonido por la mañana la despierta, sigilosamente se acerca a la puerta, abre con cuidado y mira un charco de sangre, paralizada por el susto observa un conejo muerto, sin saber que hacer se retira pero vuelve a salir a los pocos minutos, ya afuera rodea su modesta y destruida cabaña, luego regresa recoge el animal y se pregunta, -¿quién pudo haber hecho esto?.

Sin pensarlo más prepara un fuego, desolla al animal y lo lava. Ahora tengo algo para comer se consuela diciéndose a sí misma y mirando a sus hijos mientras Vicente sonríe alegremente, su mirada esta clavada en los ojos de su madre por primera vez.
Durante el invierno Anastasia todos los días recibe gallinas, conejos y otros animales que le mantienen viva junto a sus hijos.

Un día se levanta muy temprano cuando el deshielo ya se llevó lo último que quedaba del crudo invierno. Por la ventana observa un lobo alejarse corriendo. Nuevamente el temor la sobrecoge. Su alimento muerto se encuentra en el lugar de siempre - ¿cómo es posible? Se pregunta, - ¿me estaré volviendo loca?.

Pasan los años y sus hijos crecen. Martín ahora sale a jugar frecuentemente al bosque y siempre regresa con algo en sus manos para regalarle a su hermanito, Martín conversa frecuentemente con Vicente, le cuenta lo que hay en el bosque y de sus animales tan amigables con él. Vicente parece escucharlo atento, el no habla tampoco pero logra hacer sonidos, su cuerpo no se desarrolló como debía es débil y mucho más pequeño que su hermano, su madre que lo quiere mucho lo llama pequeño capitán.
De pronto pequeño capitán gruñe como un oso y llama la atención de Martín. Su madre está ausente, ella salió a recoger un poco de agua para preparar los alimentos del día. Martín asustado va por su madre, piensa que Vicente está enfermo y corre por ayuda, ingresa al bosque por el sendero que lleva al riachuelo y de pronto… frente a sus ojos observa un enorme oso, éste sujeta una cabeza humana entre su hocico y una garra enorme, la sangre yace en el suelo como si fuera el mismo riachuelo que se secó dejando solo fango, Martín tiembla de miedo y su pequeña cabecita siente mareos y todo se nubla, a punto de desplomarse escucha la voz de su madre que lo llama, entonces reacciona y guiado por su voz más que por su visión corre hacia ella, la abraza y dice: Maaaami, no eras tú al que el oso mató. Anastasia lo carga y tapándole la cara en precipitada carrera sale del lugar. Martín logra ver un cuerpo decapitado en el sendero, es un hombre que tiene los pantalones más abajo de sus rodillas.

Días después, aún preocupado y con mucha curiosidad Martín pregunta a su madre, - ¿qué pasó allá en el bosque mamá?. Ella calla, el silencio se apodera del lugar, y de pronto se escucha un rugido, es Vicente que imita al oso y sonríe mirando a su madre. Ella empieza a hablar y cuenta: esa mañana salí a recoger agua como todos los días, llevaba mi cántaro al hombro cuando de pronto sentí unos pasos detrás de mí, sabía que algo malo pasaba, entonces sentí un empujón que me tiró al suelo, cuando di vuelta miré un hombre que con cuchillo en mano me amenazó, entonces se encimó sobre mí y trató de abusarme, de pronto solo escuché las ramas de los arboles quebrarse y pude ver un gigante oso que ataco a aquel hombre, de un solo zarpazo le arrancó la cabeza, no sentí miedo, era como si pequeño capitán me hablara, es extraño pero eso sucedió.

Martín abraza a su madre y le dice: mamá, ¿sabes algo?. Mi ñañito habla con los animales lo sé, cuando voy al bosque siempre me rodean los conejos, los cuervos se acercan y me siguen tranquilamente, es como si me cuidaran. Entonces Anastasia recuerda aquel lobo, - ¿será posible? - se pregunta en silencio.
Pasan los años y ya sus hijos son jóvenes, la salud de Vicente empeora, Anastasia debe permanentemente atender a su hijo que frecuentemente sufre convulsiones, aún a veces se pregunta si fue maldita por alguien, pero sabe que más de una ocasión su pequeño capitán le salvó la vida. Ellos dos se encuentran solos, Martín hace tiempo que dejó su casa, marchó en busca de su propio destino, marcado por el pecado lleva a cuestas una pena y cierto odio al lugar que rodea su humilde hogar, sin embargo, llora cada vez que recuerda a su hermano, no sabe que también Vicente sufre su larga ausencia. En silencio de vez en cuando pequeño capitán mira al cielo como rogando a Dios algo suceda.

Cierto día Martín que se hallaba en un pueblo a 10 días de camino recibe una extraña visita, un cuervo que grazna fuertemente se le acerca y trata de quitarle su sombrero, entonces Martín advierte que algo quiere decirle y empieza a seguir al ave. Durante días acelera frecuentemente el paso, y se detiene solo para alimentarse de vallas y frutas en el camino, sabe que algo malo sucede.

Al fin llega a casa, al entrar en ella la halla vacía. Martín se sorprende, un temor gigante le sobrecoge, entonces grita… - ¡Mamá¡… ¡Vicente¡. Luego solo atina ingresar al bosque, camina por un rato y al fondo entre penumbras divisa a su madre, en apresurada carrera llega al lugar solo para comprobar que sus temores eran ciertos, su amado hermano mayor había muerto, el llanto brota en sus ojos, por un rato y abrazado a su madre llora como un niño, luego toma un puñado de tierra y la hecha sobre la tumba recién tapada por su madre, unas pocas flores silvestres adornan el lugar, en silencio se alejan del lugar. Martín voltea, ya no le sorprende ver a muchos animales que se acercan para dar el último adiós a su querido amigo, pero lo que llama su atención es la sombra de un gigante, es el oso que salvó a su madre y quien mirándole a los ojos le pide permiso para quedarse un rato más junto a capitán.
Ya en casa se siente el enorme vacío, los dos juntos a la mesa no articulan palabra, de pronto un gruñido fuerte se escucha por todo el lugar. Martín con voz entrecortada pregunta a su madre: ¿mamá, porque lo llamabas pequeño capitán?
-Bueno, pequeño siempre fue, - responde el mismo.

Anastasia contesta: aún me cuesta comprender… (solloza), como tu hermano sin hablar, sin moverse, sin mirar, manejó nuestras vidas y nos hizo felices…

Opinó

  1. Anónimo dice:

    simplemente me encantó... también se me salieron las lágrimas...

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